Primero de enero. 1995.
Cuando abrí los ojos esa mañana la luz golpeó fuertemente mis pupilas. Llevaba unas 6 horas entre la conciencia y la inconciencia y la resaca se hizo presente con toda su intensidad. eran las 11 A.M. El malestar era generalizado. En mi cabeza retumbaba un zumbido incómodo y persistente. Mi boca estaba seca. El sabor amargo en el fondo de mi garganta y un ardor al tragar saliva me trajo de repente un recuerdo vago de haber abrazado cariñosamente un inodoro al final de la noche anterior, de esa madrugada de año nuevo que acababa de pasar.
Cerré nuevamente mis ojos, recostado en el asiento trasero de un taxi que tenía mi papá. A lo lejos escuché gritos y risas, cómo si hubiera mucha gente en un lugar público, cómo un balneario pero no supe en un primer momento dónde estaba. Alguien pasó cerca del carro pregonando…”agua, agua! Cerveza, agua, guardiente, RON!…(ron…ron…ron…)”
Mi cerebro y mi estómago se volvieron uno en ese instante, recordé el sabor del ron y el whisky, recordé la mezcla y la borrachera e impulsado por una fuerza interior que desconocía, me incorpore y abrí rápidamente la puerta del taxi para vomitar. Sin importarme nada, los jugos gástricos que aún quedaban en mi cuerpo salieron de mi boca y el guayabo completó así un ciclo en mi cuerpo, que seguiría reiniciandose en un vaiven entre la recuperación, la hidratación y el vómito que no me abandonaría hasta el día siguiente.
Ese a grandes razgos es el relato de mi primer resaca por alcohol. Una noche de fiesta y un par de días subsiguientes que no olvidaría por el resto de mis días. Influyó mucho la desinformación y el desconocimiento. Me decían “cuidado con el trago” pero nadie me advirtió de los resultados de mezclar o no hidratarme. El resultado fue desastroso, pero no sería la ultima vez.
Durante los siguientes años, al ir creciendo y adquiriendo “madurez” también me fui adentrando en el mundo de la bebida, ocasionalmente claro, como lo hacemos todos los que festejamos un cumpleaños o vamos a una fiesta de graduación. La creencia que siempre tenemos el control de la bebida es una de las mentiras más sostenidas por quienes disfrutamos de “estar en temple” o “3/4” para deshinibir los animos y disfrutar del ambiente.
De tanto en tanto ese control se perdía y las situaciones deplorables aparecían, las imagenes en mi cabeza de esos momentos de alta embriaguez y posterior intoxicación se cuentan por decenas y decenas entre los recuerdos que tengo. No puedo decir que estoy orgulloso de ellos. Podría enumerar algunos, como el día de año nuevo (nuevamente) en que amanecí en una acera, en la ciudad de Pereira, o tal vez aquel día en que quedé solo y sin un centavo caminando por la Av. Oriental a las 2:30 de la mañana. También aquella vez que llegue aún con la “prenda viva” a las oficinas de la empresa de software donde trabajaba y en donde me la pasé toda la mañana más abrazado al inodoro que al computador donde programaba.
Cuando conocí el cannabis todo eso cambió. Al mismo tiempo que comencé a conocer de las sustancias que componen la flor del cannabis también fuí conociendo sobre algunas otras sustancias sin consumirlas. Creería uno que ese es la mal llamada “puerta a otras drogas más duras” pero no hay tal. Eso amplió mi perspectiva personal del trago, del alcohól como sustancia psicoactiva y nó como una “bebida” que es como está catalogada socialmente.
Algo que me llamó la atención fuertemente fue conocer que el cannabis (como pocas sustancias) no tiene una dósis letal alcanzable facilmente. Tendríamos que consumir varios kilos de flor en un tiempo muy corto, y los efectos letales se darían más por la combustión que por sus componentes psicoactivos. Punto para el cannabis. En comparación, el alcohól induce la pérdida del autocontrol rapidamente, lo que ocaciona que la persona termine involucrada en escenarios peligrosos para su integridad. Pero aún si estamos en un ambiente seguro y nuestro comportamiento es intachable, el proceso de intoxicación que el alcohól realiza en el cuerpo es sin duda dañino para varios organos y la recuperación de la resaca es lenta y dolorosa, acompañada con un malestar generalizado.
Si tan sólo hubiera conocido el cannábis antes…
Tal vez no hubiera pedido tanto tiempo y neuronas, tratando de encontrar respuestas en el fondo de una botella, o la valentía para hablarle a una mujer o resolver mis propios problemas. Seguramente no hubiera intoxicado mi cuerpo y mente tanto como para no poder estudiar o trabajar cuando debía hacerlo. Seguro con la Marihuana no me hubiera sucedido. Y estoy tan seguro porque hoy no me pasa. Lo máximo que he llegado a sentir al fumar demasiado es unas ganas inmensas de dormir o comer, cosa que se soluciona con una siesta de 30 minutos y media docena sandwich chiquitos. Con el alcohól las cosas fueron a otro precio.
Aunque tambien puedo asegurar que este lapso de tiempo presente del cannabis en mi vida fué el preciso para incluírlo en mi vida. Asi lo siento. No sé si hubiese sido un consumidor responsable o si la inexperiencia e inmadurez habrían podido pasar factura. Nunca lo sabremos. Tal vez las herramientas con las que cuento hoy, junto con la educación y formación; y que nos imparte la misma comunidad del cannabis me han ayudado a llevar un consumo con mayor responsabilidad, conociendo mis límites y fortalezas.
El tema con el “trago”, con las bebidas alcohólicas en general, en lo personal ha llegado a ser desastroso, aunque existen casos peores, en los que el ser humano pierde totalmente el control de su vida a causa de una noche de borrachera que terminó en un asesinato o en el peor de los malentendidos. Cosas de tragos, les dicen para reducir sus impactos sociales. Otros han salido airosos de su relación con las bebidas y han sabido llevarlo a lo largo de sus vidas. Sucede todo el tiempo y con todo tipo de sustancias. Unas más intoxicantes que otras.
Por lo pronto he encontrado más razones para quedarme viviendo en los brazos de “la María” que los que me dió el ron o el aguardiente durante toda mi vida. Por lo pronto me quedo con la marihuana, que no me intoxica, me sana, que no me deja perderme, me encuentro con ella, porque puedo cultivarla yo mismo y saber qué estoy metiendo a mi cuerpo sin adulteraciones . Todo son ventajas!
Es dificil escapar a la influencia del alcohól en nuestra sociedad, porque está normalizado, “regulado” y aceptado, pero no es igual ni es lo mismo, cada sustancia tiene un contexto diferente, una utilización social a escalas distintas y efectos tan diversos cómo personas hay que lo consumen. Pero finalmente lo repito, hoy por hoy, prefiero la marihuana.