Marcha Mundial por la Marihuana en Medellín: Una Crónica de la Cultura Cannábica en Colombia

Fotografías: Identidad CannábicaSalpicón con todoConexiones 420

En las calles vibrantes de Medellín, Colombia, cada primer sábado de mayo, un río humano se forma, llevando consigo una energía única: es la Marcha Mundial por la Marihuana. Este año, el evento emblemático cumplió su decimoséptima edición, reuniendo a más de 55,000 entusiastas de la planta en una demostración de unidad, activismo y pasión por la cultura cannábica.

El proceso de preparación para este evento trascendental comienza meses antes, cuando diversos colectivos cannábicos colombianos se unen para coordinar todos los detalles. Entre reuniones estratégicas y llamados abiertos al público, (a los marihuaneros de a pie, y no tan de a pie) como lo describe cariñosamente David Ponce, también conocido como “don Marcha”, se gesta lo que se convertirá en la marcha más multitudinaria del país por encima de movimientos partidistas políticos y otros movimientos sociales.

Sin embargo, la preparación va más allá de la logística. Es una oportunidad para educar sobre el uso responsable de la marihuana, promoviendo medidas de autocuidado, alimentación e hidratación. En una ciudad donde cada vez más personas se suman al uso de la planta, la organización anticipada es clave para garantizar el éxito del evento.

El día de la marcha, en medio del bullicio y la multitud, se hace evidente la presencia de un mercado ilegal, donde se ofrece una amplia gama de productos relacionados con el cannabis. Esta realidad refleja las contradicciones de la legislación colombiana, que permite el cultivo y consumo personal, pero prohíbe la comercialización.

En la cotidianidad, el vacío legal crea tensiones entre las autoridades y los vendedores ilegales, mientras que los activistas luchan por una regulación más coherente. A pesar de ser uno de los países más liberales en términos de posesión y cultivo de cannabis, las incongruencias legales persisten, resultando en detenciones injustas y represión.

Aquí no todo es celebración, también hay cabida para la protesta social. Este año, la marcha está marcada por la ausencia de un compañero, un activista detenido por actuar fuera de los límites impuestos por la ley actual. Su caso pone de relieve las contradicciones y los desafíos que enfrenta la comunidad cannábica en su lucha por la legalización y la justicia mientras se intenta abrir paso en la creación de un mercado lucrativo pero bajo el yugo de la normativa inconclusa y que la mayoría de las veces se aplica bajo la interpretación del agente de policía de turno.


El 4 de mayo, las avenidas más tradicionales de la ciudad se convierte en un mar de colores y consignas, donde se mezclan la festividad y la protesta. Desde tempranas horas de la mañana, la concentración comienza, con emprendimientos locales exhibiendo sus productos y compartiendo información educativa sobre el cannabis.

Las carrozas y las tradicionales Chivas danzan por las calles, mientras los manifestantes llevan consigo carteles con mensajes de apoyo y crítica. Entre gritos, cánticos y aromas embriagadores, la marcha avanza por las principales avenidas de la ciudad, dejando a su paso un rastro de esperanza y determinación.

Al caer la tarde, la Avenida Oriental se transforma en un santuario de humo y aroma a marihuana, testigo de la comunión entre la comunidad y la planta. Es un recordatorio de la fuerza y la resistencia de una cultura que persiste a pesar de las adversidades, llevando consigo el mensaje verdadero del cannabis para el mundo.

En Medellín, la Marcha Mundial por la Marihuana no es solo un evento anual, es una declaración de principios, una celebración de la diversidad y la libertad, y un recordatorio de que la lucha por la justicia y la legalización continúa. En las calles de esta ciudad vibrante, la cultura cannábica encuentra su voz y su fuerza, iluminando el camino hacia un futuro más justo y equitativo para todos.

Presenciaremos el próximo año la versión número 18 de esta importante caminata de multitudes, celebraremos que llegamos a la “mayoría de edad” en nuestro país (18 años) y marcharemos nuevamente de la mano de todos y todas, elevaremos nuestras arengas y elevaremos el grito de libertad que representa a la planta a oídos de quienes presencian este recorrido, para nuestra sociedad consumidora, por los pacientes y cuidadores, por los activistas que año tras año recorren las calles con un porro de paz.

-Identidad Cannábica

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